martes, 29 de noviembre de 2016

Cajita de sorpresas.

Cada uno de nosotros posee una cajita, la cajita de sorpresas. Pero las sorpresas que aparecen de allí a veces son agradables y a veces no tanto, a veces son horribles y terroríficas, a veces dulces y románticas,  pero, en fin, cada uno tiene lo suyo. Es más, la cajita diabólica permanece siempre abierta y las sorpresas salen de ella sin parar. Y por mucho que intentemos cerrarla diciendo “ya basta por ahora, necesito descansar”, pero la maldita cajita no tiene límite, no tiene fin y sigue la fiesta. Pero también hay momentos en los que estamos mirando la cajita con ilusión de un niño que celebra su fiesta de cumpleaños, pero la cajita parece haber perdido toda su magia. Y por mucho que la mires esperando esa sorpresa agradable que lo cambiaría todo, no sale nada. La cuestión es que parece que no eres tú el que maneja tu propia cajita de sorpresas. Es cierto, no somos nadie ante ella. Sin embargo, ella sí conoce la orden y la verdad, y sabe con qué sorprendernos y en qué momento.

Las personas tenemos una tendencia de ver la realidad a través de nuestros propios prismáticos. Nunca nadie se ha atrevido quitarlos por un momento y ver el mundo tal y como es. ¿Y cómo es? Es absolutamente abstracto. Donde no hay verdad absoluta, donde no hay ofendidos o culpables, donde no hay buenos o malos, donde no hay nada y hay todo, donde no hay poco o mucho, donde no hay verdad, ni mentira, porque todo es relativo. ¿Qué ocurre cuando por fin descubres la esencia del universo? Desaparece todo y queda la paz. Desaparecen las preocupaciones, incluso las más perturbadoras para el alma. Desparecen el sufrimiento y la felicidad, queda solo la paz. Es allí cuando descubres cuan insustanciales e intrascendentes, e incluso absurdas, son la gran mayoría de las pesadumbres que corroen nuestra alma. Cuando descubres esta paz que está en un nivel mucho más elevado que ninguna de las emociones o sentimientos que nos son propias a las personas. El universo tiene la orden perfecta de las cosas. Dicho así, parece que tan solo somos marionetas manejadas por algo mucho más grande. En absoluto, el universo es grande y es bondadoso. Cabemos todos en él,  todos somos parte de su gran ser, como lo son nuestra parte nuestro corazón, nuestro cerebro, nuestra piel, cada una de nuestras células. Se ha descubierto que el cuerpo humano posee 37 billones de células en su organismo. No pensamos en cada una de nuestras células o en la salud y bienestar de cada célula. Pero sí lo hacemos para el conjunto de nuestro cuerpo. Lo hacemos cuando decidimos comer más sano, lo hacemos cuando decidimos dejar de fumar, cuando decidimos no tomar esa copa de vino, cuando decidimos hacer un poco de ejercicio. Pensamos en el bien para todo nuestro cuerpo en su conjunto, pero de allí que cada nuestra célula  se encuentra mejor. Y aunque a veces no lo hacemos del todo bien, sabemos cuál es la orden perfecta para cada diminuta célula que nos pertenece. El universo es igual de inteligente. No puede prestar toda su atención a cada uno de nosotros, pero sabe cuál es la orden perfecta para cada diminuto ser que le pertenece. Cuando logramos entender este funcionamiento, comprendemos un poco la cajita de sorpresas que nos regala el universo al nacer. Incluso podemos dejar de entrar en esa especie de trance y estupor ante su juego inesperado. Simplemente comprendes que así es como debe ser, comprendes que lo que tú veías de color blanco, no es blanco y si lo miras un poco más detenidamente, verás que cambia de color dependiendo de la persona que lo mire. ¿Entonces, cómo debemos actuar? Esas son las razones suficientes para bajar los brazos y no hacer nada, dado que el universo es grandioso y se ocupa de todo, y al fin y al cabo, la dichosa cajita de sorpresas seguirá dándote bandazos con su juego divertido. Francamente, creo que lo único que debemos hacer es hacerlo lo mejor que podamos, partiendo de las intenciones más benévolas, más limpias, honestas y partiendo de esa inocencia innata, pura como las gotas del rocío. El cuerpo humano es tan sabio que sin prestarle atención a cada célula sabe cuáles son benignas y descubre muy pronto las malignas y lucha contra ellas, devolviendo así la orden perfecta al conjunto del organismo. El universo continuamente dedica sus fuerzas a la sanación parecida a la del cuerpo humano. El universo quiere estar sano. Su salud radica en la salud de cada su célula, que somos nosotros. Por ello es por lo que simplemente no debemos dejar que nuestra alma enferme con cáncer de ira, odio, rabia, maldad, angustia. Busquemos la paz y la salud espiritual. Solo así lograremos gobernar sobre lo que nos ofrece nuestra cajita de sorpresas que se llama VIDA.      

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