La
soledad. La temible por todos nosotros soledad. Las mujeres somos seres
altamente emocionales. Por tanto, a menudo, las mujeres nos ahogamos en la
soledad porque no conseguimos encontrar una vía de escape a nuestras emociones.
Las emociones se convierten en nuestras enemigas que nos desbordan y destruyen.
Muchas de las mujeres le tienen miedo a la soledad evitándola a toda costa.
Se cree
que los hombres le tienen miedo al compromiso. Sin embargo, algunos también le
tienen miedo a la soledad. En mi humilde opinión, a la soledad le tienen miedo
todos tanto hombres como mujeres. Pero los hombres saben afrontar las
consecuencias que ésta trae consigo. Ellos saben manejar mejor sus emociones y
no dejan que les consuman.
En
realidad la soledad no es nuestra enemiga. Una mujer sabia no debe evitarla sino
que incluso a veces buscarla. La soledad no es un abismo, ni un agujero negro y
no detiene el tiempo, al contrario, lo da. Y aquí una de las más importantes
aportaciones de la soledad. La soledad nos brinda el tiempo. El tiempo que
podemos aprovechar para hacer cosas grandes. El tiempo es la fortuna más grande
que puede tener una persona. Una persona que dispone de tiempo es una persona
rica. Solo que hay que aprender a manejar este bien de gran valor. Mucha gente
no sabe cómo manejarlo y lo desperdicia. El tiempo es tan valioso como el
dinero, porque el tiempo hace dinero. El tiempo se invierte en unas acciones u
otras. Cuando el tiempo está bien invertido y organizado es como el dinero, nos
aporta riqueza. La soledad nos brinda este valioso bien. ¿Por qué derrumbarse
ante la soledad en lugar de sacarle el máximo partido?
Por
otra parte, me repetiré, la soledad no es una enemiga. La soledad es una
maestra. De hecho, la mejor maestra que haya podido existir. La soledad enseña
en silencio. Los maestros que dan charlas extenuantes pocas veces logran que
sus alumnos se queden con al menos la mitad de lo que haya dicho. ¿Sin embargo,
qué ocurre con los maestros que dan lecciones prácticas en silencio, lecciones
el sentido de las cuales el alumno ha de descubrir por sí mismo? Estos maestros
logran una mayor aportación a la experiencia y conocimiento del alumno. Este
tipo de lecciones son con las que nos quedamos para el resto de nuestras vidas.
Pues la soledad es una de estos maestros. Nos puede enseñar mucho sobre
nosotras mismas, nuestro mundo interior, nuestra espiritualidad. Nos puede
mostrar nuestras propias fortalezas de la existencia de las cuales ni lo
sabíamos, nos enseña más sobre la vida y relaciones humanas. En verdad, puede
enseñar cualquier cosa que deseamos. Solo que debemos de darle un determinado
enfoque, aprovechando el tiempo que nos da. Debemos de invertir este tiempo en
descubrir cosas que nos apasionan, cosas que despiertan un interés, cosas que
nos llaman. La soledad obsequia de un gran valor, el tiempo, que no debemos de
desperdiciar, permitiendo que las emociones nos hundan, sino que hacer el
provecho de nuestras capacidades mentales. En vez de sufrir, piensa. ¡PIENSA!
Esta es la clave. Y no te sientes de brazos cruzados, permitiendo que las
introspecciones poco constructivas te consuman. Ocupa tu mente con ideas
brillantes y conocimiento. ¡Y, por supuesto, actúa! Haz cosas grandes. ¡Fuera
los miedos irracionales! La soledad no mata, no es una asesina despiadada.
Recuerda, es tu maestra. Aprende a organizar tu tiempo, tus ideas y tus
acciones. No desperdicies este regalo.
De
hecho, no estoy hablando de un aislamiento enfermizo sino que de una soledad
sana sin lágrimas, pero ocasionalmente con nostalgia. ¿Qué te está dando tu
soledad ahora? ¿Sufrimiento o paz? ¿A dónde te lleva tu soledad? ¿Te precipita
al abismo o te alza a la cumbre de la montaña?
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