LA
MATERNIDAD. Todas las mujeres vivirán esta experiencia de un modo único y
excepcional. Vives tu vida y de repente te enfrentas con esta situación
absolutamente nueva y es un terreno en el que es imposible tener conocimientos
suficientes o experiencia suficiente, sobre todo cuando te enfrentas con ello
por primera vez. ¿Y ahora qué? Aquí quiero compartir mi propia experiencia
vivida hasta ahora. Viví mi embarazo en plena ignorancia. La incredulidad me
hacía vivir como si no hubiera pasado nada y no hubiera ningún cambio ante mí.
Sin embargo llegando al noveno mes del embarazo, cuando la barriga es más que
visible, cuando quedan días contados para que un nuevo ser llegue a este mundo
gracias a ti, llegado a este punto ésta realidad ya se hace imposible de
ignorar y es un hecho al que te has de enfrentar. Y aquí es cuando surgen dudas
e incluso miedos. Creo que por mucha determinación que tuvieras en esta
toma de decisión de ser mamá, es imposible que no surjan las inseguridades. Al
menos a mí me ha pasado. Y si en el mundo hay aunque sea una mujer con alguno
de los pensamientos parecidos a los míos, quiero poder ayudarla. Y por muy poca
o insignificante que pueda ser mi ayuda estoy satisfecha de poder
ofrecerla. También me gustaría que las mamás que me oigan o mejor dicho
me lean, aporten sus conocimientos, sus consejos y nos den a las mamitas
jóvenes y primerizas la sensación de que no estamos solas.
Una de
las cosas que me atormentaba es tener que quedarse en casa y dedicar mi tiempo
a la casa y al bebé. Después de un tiempo en el que yo era trabajadora, mujer activa
y con una ocupación me convertiría en una simple ama de casa. Cuando encontré
mi trabajo pensé que ya no se podía caer más bajo, porque el puesto que yo
ocupaba era tan solo de una limpiadora. Pero el hecho de ser ama de casa me
parecía una opción más primitiva todavía y sentía que ahora sí que tocaba
fondo. La idea me aterrorizaba. Sin embargo, esto sucedió y ahora ya no lo veo
tan mal. Lo importante para mí es que sé que no me voy a plantar frente a la
tele, viendo telenovelas, llevando un delantal y reduciendo mi intelecto a
cero. A esto sí que digo un rotundo NO. Creo que el hecho de quedarse en casa
también nos puede aportar grandes ventajas. La principal es el tiempo. El
tiempo es valioso. Es un tesoro que hay que saber invertir y no desperdiciarlo.
Podemos aprovechar este tiempo para desarrollarnos intelectualmente y
emocionalmente. Hay que invertir el tiempo en aprender cosas nuevas, en ampliar
conocimientos en las áreas que nos apasionan, hacer cosas que nos hacen sentir
bien y nunca, NUNCA detenerse. En casa no solo se pueden hacer las tareas del
hogar. Hoy en día con la tecnología e internet puedes estar en el lugar que tú
desees desde tu propia casa. Otra tarea y la más importante va a ser la de
ocuparse de tu bebé. Al principio también lo consideré como algo tan primario y
tosco que no me inspiraba demasiado la idea. Me parecía que a esto se dedican
todos los animales del mundo y que yo me rebajaba a este nivel. “Criar un bebé
– cosa de primates.” Algo que a primera vista no tiene que ser tan complicado.
Si cualquier animal del planeta lo hace, yo también lo haré. Y reducir mis
actividades básicamente a eso me parecía que haría de mí una persona inferior,
una persona sin ambiciones y mermada hasta el nivel puramente animal y
biológico. Hoy ya no estoy de acuerdo con ello. Hoy lo veo más claro y más
transparente. Cada persona que llega a este mundo es única y excepcional.
Yo voy a ser MAMÁ, una persona que más aporta al desarrollo de este nuevo ser.
De mí depende en gran medida la construcción de una nueva personalidad, un
nuevo individuo con su carácter, sus habilidades, sus virtudes y sus
capacidades. Quizá es un nuevo genio, un nuevo Einstein, un futuro Mozart o
futura Claudia Schiffer. Y yo voy a ser su mamá y me encargaré de ayudarle a desarrollarse
en todo su potencial.
Muchas
mujeres quizá dirán que estoy loca porque se me ha pasado por la cabeza la idea
de que pueda ser algo primitivo el cuidar de un bebé. Ellas tienen esta chispa
e ilusión innata de ser mamás. Los nombres de sus bebés hacen que vibren sus
corazones, cuando se enteran del sexo del bebé lloran de emoción. Todas o casi
todas las mujeres están en el pico más alto de su emoción cuando van a
ser mamás. Preparan ansiosas su habitación, su ropita, sus sonajeros, sus biberones,
sus pañales y un largo etcétera. Sin embargo, esto no era lo que me sucedía a
mí. Yo no tenía la ilusión de preparar nada. Mi instinto maternal estaba
dormido o profundamente enterrado. Esta fue otra de mis inquietudes. ¿Seré yo
un bicho raro e insensible? ¿Es que no siento nada por mi hija? Entonces
comencé a culparme por ello. Me preguntaba cuándo se me despertará a mí este
instinto y si llegará a despertarse alguna vez. Entonces aquí es donde tuve una
ayuda de una persona que llegó con su consejo como una dama madrina llega con
su varita mágica. Por supuesto, que ella también es mujer, por supuesto que
ella también es mamá. Fue mi hermana. Y nunca más saldrá de mi cabeza lo que
ella me dijo: “No te presiones, ten paciencia, llegará por sí solo cuando ha de
llegar. Y nunca te sientas culpable ante tu hija porque tú le das lo más grande
y valioso, tú le vas a dar la vida, una oportunidad de pasar por este mundo.
Esto ya es grande. Tú eres su madre.” Hice caso a este sabio consejo y esperé.
Tal y como ella predijo, llegó. Hice las preparaciones necesarias para la
llegada de mi hija, presté más atención a mi casa, se despertó este instinto
del nido, la necesidad de crear un hogar agradable y seguro. Y no solo eso.
Simplemente hoy sé que quiero mucho a mi hija, estoy preparada para protegerla,
cuidarla y educarla. Puede que no seré una madre perfecta. Pero sé que si ha
habido la inquietud en mi corazón es porque no soy un bicho raro insensible
sino porque amo a mi hija y me preocupo por su futuro y su bienestar. No puede
salir mal ser mamá incluso cuando tu cabeza está llena de dudas y temores.
Estas dudas son la señal de que te importa. Creo que es mala señal cuando en el
corazón de la madre reina la INDIFERENCIA.
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